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Carolina Jiménez

📷: Carolina Jiménez

TRAMA dilata las pupilas con música y producción de mujeres y disidencias

Tiempo de lectura: 6 minutos El sol enrojecía las pieles, quemándolas con una sensación de cientos de agujas incrustadas (sí, los presentes también quisimos huir de un enorme alo incandescente). 

Tiempo de lectura: 6 minutos

¿No puedo escapar de esto un poquito?

Sobre el escenario Ana Tijoux terminaba Millonarias, su primera canción de la noche, mientras trataba de huir al reflector incandescente que la cegaba intentando destacar su llegada y la de los músicos que la acompañaron esa noche, (me apresuro a escribir esta crónica en un nuevo documento de Google Drive).

¿Qué tan escurridizo puede ser un documento de Word? Todas las carpetas vacías, sin registro de lo escrito en un intento de guardar reminiscencia, tal vez detalles de aquella tarde. Pero hay algo que no olvido, varias cosas en realidad, algunas menos relevantes que otras. Imágenes, por ejemplo… o las palabras de Ana Tijoux.

Como Funes el memorioso invierto mi tiempo en recrear a través del recuerdo, minuto a minuto, aquella tarde del treinta de marzo en el concierto del Encuentro Trama, dado que el escurridizo documento de Word que escribí entonces, ha desaparecido y no hay otra opción. 

Eran cerca de las 11:30pm y la esperada rapera franco-chilena Ana Tijoux cerraría la jornada de música que comenzó desde las 4pm, cuando el sol enrojecía las pieles, quemándolas con una sensación de cientos de agujas incrustadas (sí, cuando los presentes también quisimos huir de un enorme alo incandescente). 

En medio de la oscuridad, mientras la canción Niñx retumbaba en mi pecho, comprendí a Ana a la perfección. Desde la gradería sentí la luz de los reflectores que me acosaba, era imposible mantener los ojos abiertos de par en par sin que rayos blancos atacaran de repente mi visión.

📸: Mariana Mora

Probablemente en medio de aquellas luces cegadoras, y bajo el calor abrazador del sol que reinó hasta las 6pm, mi mano trastabilló un poco hasta presionar Delete y perder el archivo de registro con la crónica de aquella tarde. 

Aún cuando podría describir aquel como un día anodino, cuando busco el principio pienso en el sol de primavera, ciertamente detestable e inclemente. Fue cuando la Concha Acústica se convirtió en un mosaico de tonalidades diversas a través de la música, mientras Malaïka Sylaire abrió cantando Cerquita del mar

Aunque trato de recordar lo escrito por mi yo de aquel día no puedo, lo cual es trágico, bueno un poco, porque lo escrito correspondía a mi visión lúcida de aquella tarde, las sensaciones y sentimientos que me embargaron y que a través de la memoria son irrecuperables, no más que como una mera aproximación. 

Lo que puedo asegurar, sin temor a exagerar o equivocarme, es que el rap mapuche de Mc Millaray fue delirante, capaz de transmitir su fuerza a un ritmo veloz. Con una voz enérgica, letra y beat, encendió a la audiencia, quienes daban saltos y agitaban aquellos cuerpos expuestos a los rayos del sol, cubiertos por varias marcas de bloqueador solar 50+.

Puedo sentir aún esa sensación viscosa de las varias capas de bloqueador sobre la piel. Repito las palabras de Ana Tijoux, que antes siquiera de haber sido dichas rondaban ya mi mente, en medio de aquella intimidante estructura de la Concha Acústica, debajo del sol abrasador. 

Si algo me dije aquel día que debía recordar, fue la manera en que el cielo  pasó de ser de un azul celeste limpio a tonos grisáceos, y la luz del sol continúo su camino hasta liberar en la sombra gran parte del escenario, y mi cuerpo se sometió a los ritmos cubanos de Telmary, o el baile que continuó con el toque caribeño de Acid Coco.

Observaba correr el tiempo en mi reloj de pulso, esperaba la aparición de Yoss Bones en el escenario para escuchar la canción que había estado cantando toda la semana, Borracha de amor, con la que cerró su participación, en la que también pudimos escuchar Frío, Ladrón y Gangsta.

El archivo ha sido eliminado exitosamente, leí en la pantalla de mi laptop. No lo podía creer, en un parpadear de ojos habían desaparecido las frases con que narré la bruma sobre el escenario o las palabras de cada artista, sin embargo me esfuerzo por sentir el movimiento rítmico de mis pies al recordar las canciones de Yoss.

La Princesa de la Kye, bailó y rapeó bajo una iluminación en tonos rosa y púrpura. Su personalidad era inevitablemente un imán para el público. Reía y bromeaba mientras realizaba breves pausas para beber algo (shot, shot, shoooot) y recibir flores de niñas que sobre los hombros de sus madres portaban camisetas con el rostro de la cantante. 

📸: Carolina Jiménez

Estrellas, cientos de estrellas en medio de la noche. No, claro que no eran estrellas, pero sí una parvada de insectos irreconocibles en la oscuridad. Eran una especie de torpes palomitas voladoras que no paraban de chocar contra mi rostro y agitar sus pequeñas alas sobre mis brazos. Incapaces de concebir su propia belleza sobrevolaban el escenario, iluminando a Acid Coco y Yoss Bones como mismísimas estrellas caídas del cielo, o como pequeños fragmentos de un sol que horas antes se había filtrado en la piel, y ahora caía a merced de la noche. 

Mucho más tarde, era evidente que ni los días vacacionales de Semana Santa lograrían deshabitar la explanada de la Concha Acústica. Y mientras sentía bajo mi cuerpo la dureza del pavimento en la gradería, me preguntaba qué fue lo que guió, aún con la certeza de un calor imperante, a tanta gente a reunirse ahí, quizá la misma certeza de formar parte aquel día de una comunidad amante de la música, dispuesta a la apertura ante el diálogo con el rap, el reggae y los ritmos caribeños. 

Pienso en las chicas detras de la producción de Trama, las miro de nuevo rondar la zona delimitada del Parque Agua Azul vestidas de negro, eran como sombras discidentes y desafiantes ante la luz incandescente, llendo y viniendo de un lugar a otro, asegurándose de que finalizara todo tal vez, menos la música. 

¿No puedo escapar de esto un poquito? 

Después de un largo día la bruma en el escenario pareció intensificarse y la iluminación pasó a un rojo vívido y luces blancas. Ana Tijoux entrecerró los ojos pidiendo visibilidad para apreciar los rostros de la audiencia. Ahora ella trataba de huir a aquella luz intensa para la que cualquier bloqueador 50+ que exudaban los cuerpos debajo suyo, habría resultado inservible. 

Recuerdo haber presenciado y vivido el cierre perfecto aquel día. El rap de Ana era maravilloso, en todo el Parque Agua Azul podía escucharse la potencia en aquellas palabras, en aquella voz… 

Para aquel entonces las personas sacudían sus cuerpos  y repetían lo buena que era Ana como artista. Yo había desprendido mis manos de la computadora, ya había iniciado una pequeña catástrofe que me recibiría con un anuncio de “Delete” a la mañana siguiente, y que por lo menos me llevaría al gusto de rememorar, minuto a minuto, el concierto de la tercera edición del encuentro Trama. 

Cuando busco el final veo la forma en que las piernas de Ana se doblaban para sostener el resto de un cuerpo conmovido ante la música. El rap era una extraña fuerza de gravedad que provocaba y sostenía la más completa variedad de movimientos en el público que trataba de seguir muy de cerca el ritmo y la maestría de la artista. 

Al terminar el concierto Ana logró por fin su petición de la noche, huir a la luz. Su figura desapareció sin más, el silencio reinó desde las bocinas y la gente se dispersó como cientos de polillas hasta abandonar la explanada. El eco del último concierto de Trama se perpetuó por el resto de la noche. 

Antes de abandonar la Concha Acústica, sentí una vez más el aire fresco y el rumor de la multitud que se alejaba cada vez más. Entonces un descuido, un tropiezo, un aferrarse a la memoria, 

Delete

📸: Salvador Martín

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