Encuéntrame afuera: Cristian Lagunas
Tiempo de lectura: 3 minutos La decadencia rige el andar de los personajes que aparecen en los relatos de Cristian. La fractura producida por el primer deseo latente, la travesía de una especie que espera salvar el mundo, sin ser capaz individuo alguno de salvarse a sí mismo ante una realidad vertiginosa.
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“Espera un poco y verás el ardor, ya sucederá”.
Tomé el libro porque en alguna parte esperaba presenciar el incendio, o el fuego ardía ya, ascendía el calor de la punta de mis dedos, rasgaba como cientos de agujas la palma de mis manos, escocía lentamente cada centímetro de mi cuerpo.
En la portada se leía el título Encuéntrame afuera. Era la compilación de seis relatos escritos por el autor mexicano Cristian Lagunas, publicado por Fondo de Cultura Económica, como parte de la colección Tierra adentro.
En el relato Intemperie, Lautaro me llevó a sentir el frío inclemente sobre mi piel. Quería saber: quién era él. Necesitaba saber: qué falló entonces. Leí en repetidas ocasiones el cuento No regreses a Tucson, con el fin de abrazar como certeza el anhelo de que algún día vendrá, contenido en un pequeño terrario recibido por correo, lo que perdimos en la vastedad de un desierto inhóspito treinta y cinco años antes.
La decadencia rige el andar de los personajes que aparecen en los relatos de esta compilación merecedora del Premio Nacional de Cuento Joven Comala 2020. Cristian nos permite habitar la piel de personajes conmovidos ante la pérdida, el desamor, y el amor como un medio inagotable, o bien, un fin irrealizable
Mis manos cambiaban cada página con voracidad, como si algo estuviera pronto a desaparecer de otro lado de la hoja, donde aguardaba la fractura producida por el primer deseo latente, la travesía de una especie que espera salvar el mundo sin ser capaz individuo alguno de salvarse a sí mismo ante una realidad vertiginosa. En la pasividad aparente de las calles de Montreal, surcando mar abierto o en el zoológico de Chapultepec, durante un tiempo en que el deseo no tenía nombre, Lucio Arias, Greta y Alfonso, son algunos de los personajes que colindan con una realidad que pareciera ajena, un acontecer que observan desde la incomprensión, el dolor, la angustia.
No es casualidad, capricho o error, que el epígrafe del libro sea una frase en la que Rebecca Solnit, pareciera ser la voz ineludible que susurra a los personajes de cada relato.
It’s a shock to find yourself outdoors and alone again, hard to imagine that you could ever live in another house. But you lit the fire that burned it down yourself.
En las palabras arde el fuego que los personajes ansían presenciar a lo largo de los relatos, en la mente del hombre que incendió el zoológico de Chapultepec para presenciar la muerte del lobo cautivo, al sur de Bariloche o en los rincones de Tucson.
Encuéntrame afuera, es el título de la compilación. El afuera como un lugar en el tiempo, el después, el nunca y un pasado inexistente.
A través del relato nos es posible habitar espacios diversos, transitar inmersos en el terror de lo cotidiano, y pensar: qué hermoso, qué hermosa la policía montada, la miel de maple, el guardabosques, una fila de caballos que tiran con fuerza, como si me deslizara en trineo, por las calles de Montreal. Decir: qué hermoso es lo efímero, aquello que consume segundo a segundo el calor del incendio, cuando de pronto el pasado se nos viene encima y la realidad nos cerca inclemente, como el acecho de cientos de sombras monstruosas, o en su forma más simple, como el percatarse de que estaba ahí, sobre la mesa: un terrario con cactáceas globo y una nota de cumpleaños.
Leí en silencio y leí también en voz alta, permitiendo que los relatos no fueran más de Cristian o míos, sino de aquel eco contenido en mi pequeña habitación. Por un instante pensé que era yo quien aseguraba esas palabras para alguien más, tal vez incluso para mí: Encuéntrame afuera, después de los incendios que se aproximan, de este fuego que comienza ya como un cosquilleo sobre mi cuerpo. Pues hay una chispa que se fragua en torno nuestro, fuera del cual son otros quienes nos encontrarán desfigurados, carentes, por esa manera en que el calor termina por consumir las cosas, hasta la última página del último relato, cuando cierro el libro y contemplo, por fin, el ardor.