Desayuno de campeones

Tiempo de lectura: 5 minutosAlex Calderón gran defensor del Desayuno de Campeones estará por tiempo indefinido en nuestra memoria. ✨🤍

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Tiempo de lectura: 5 minutos

Por definición Desayuno de campeones es una Coca-Cola con unas papas sabor pollo. Alex Calderón venía de Soacha, pero yo no tenía idea de qué lugar era, y lo qué significaba. Apenas había llegado en diciembre para la maestría de Escrituras Creativas de la Universidad Nacional de Colombia dirigida por Azriel Bibliowicz en ese momento, pero le conocí en enero cuando tomamos el primer curso de James Joyce, y seguimos juntos con los talleres de creativa y gramática. Alex era profesor de inglés, en realidad de filología inglesa que estaba muy por encima de solo dictar lengua. Los cursos eran muy temprano y para alcanzar a librar el trancón él salía antes del amanecer y esperaba algún tiempo en una camioneta azul de su padre.

En ese primer semestre tomamos talleres con Marta Orrantia, Juan Diego Mejía, Julio Paredes y asistíamos a cursos intensivos en la sede de la cooperativa de maestros en el barro Teusaquillo, sede que al parecer ha sido vendido. Un día al salir de ese taller intensivo caminamos juntos buscando un almuerzo barato, al dar vuelta a mano derecha en una esquina observamos el asalto a mano armada a una persona que entraba o salía a un condominio de varios pisos. Era el segundo asalto que presenciaba en la semana, supongo mi cara fue de obvio terror: ¡A no importa, no pasó nada! vamos por otro lado, dijo Alex.

Bogotá como el mundo, es un zoológico. Pero él era un caballero, trató con extraño respeto a quien era mi pareja entonces, le trataba como embajadora de algún reino lejano. En las comidas entre compañeros del posgrado, cuando preparábamos algún platillo picante, muy mexicano para hacer uso de mi apelativo, el mexicano Alex lo aceptaba sin chistar. No recuerdo bien si evitaba el ardor o lo disfrutaba, aun así no existe memoria de que rechazara la comida o que dijera no más.

Nos prometió llevarnos a Soacha, su reino. En esa ocasión fuimos hacia aquel sur de la ciudad acompañados de varios transbordos hasta llegar a su casa, parecía Ecatepec sin gentrificación, asumo que ahora hasta los barrios más peligrosos están en vías de ser folclorizados. Llegamos, preparamos comida, conversamos, nos presentó la esquina del asesinato de Luis Carlos Galán. Después de esa noche regresamos a Chapinero alto y comprendí que el mexicano y su pareja vivían muy lejos de la verdadera Bogotá.

Los cursos en la Nacional eran al alba. Tomábamos tinto, discutíamos a los autores de literatura, él se bebía los textos en inglés y cuestionaba las traducciones al español de España. Salíamos temprano y él tenía que trabajar por la tarde dictando cursos de inglés; entre tanto, hacia su desayuno de campeones, o tomábamos pola hasta desfallecer y le pedía a un compañero que le supliera en la universidad.

No era un santo, solo era un escritor y eso es mucho decir.

Con la beca podía invitarle a comer alguna vez, o subíamos a Chapinero y el bajaba a sus clases después. Lo cierto es que escribir era una jugada de dominó que él sabía teníamos por perder. Pactamos que el primer best seller mantendría a los otros pelotudos que querían escribir. Ahora somos menos para refrendar la apuesta. Algunos de narrativa éramos como una pandilla, no tan temibles como los poetas, ellos ya no pasaban ni por el desayuno de campeones, iban directo al guaro, por supuesto. En una ocasión bebimos en el café Nicanor y antes del mediodía, poetas y narradores se encontraban abriendo una de ron y guaro. Obviamente nos corrieron y pasamos a las cigarrerías, las del bien, las del mal, las peores. Alex me invitaba cada tanto una empanada, y nos despedíamos para encontrarnos al siguiente día o en una semana para seguir con el rimo de la maestría creativa.

Escribir es siempre un acto suicida. Digo escribir no como pasatiempo, sino como una decisión: Quiero escribir de esto. Escribir tal vez para Alex o para esa pandilla era una especie de soltar amarres de este mundo, cada uno, desde un puerto distinto, pero todos a la deriva. Alex sin duda partía de Soacha. Escribir era un acto de desobediencia y sabíamos que no habría camino corto para sacar la obra, buena, mala, no importa, lo esencial era sacar lo que el pecho traía. Alex escribía una trilogía, una persecución que después de mi visita a Soacha tenía todo sentido. Es verdad lo que Sergio Sánchez dijo, entre Faulkner y Márquez, la pandilla veneraba a Carver, McCarthy y tenían su propio altar para la novela negra y policiaca.

Lo que era contradictorio era el caballero de Soacha que no era ñero, no era impropio, no era un rolo o un gamín, como me lo hizo saber la gradate advisor, una paisa radicada en Houston donde continué mis estudios de doctorado. Por el contrario, él era formal con sus alumnos, se convirtió sin miedo en esposo de Paola y padre. Este caballero andante lograba ser más honorable que los otros locos que lo acompañamos en la maestría. El parche se tomó una foto a modo de “Perros de reserva” en la que me ausenté, ya había regresado a México al terminar el cursos y en el acto académico ellos se tomaron esa foto frente al auditorio León de Griff, pienso que tal vez con la ausencia de Alex puedo hacer photoshop e incluirme en ese acto.

Esa foto no debía ser usada tan pronto. Hace apenas unos años Alex publicó La huida su primera novela, el parche logró sacar una primera tanda de obras publicadas en las que Santiago publicó, Ayer terminará mañana, Lluvia sobre el asfalto, A las puertas del abismo, y yo Sin aire para el regreso. Lo ambicioso de la obra de Alex había iniciado con su propia saga, el sarcasmo de Sánchez, los limites del lenguaje de Santiago y la oscuridad de Néstor, mi testarudo periodismo narrativo marcaron una ola de nuevos autores que siguen sobreviviendo para escribir, aunque la vida deberá esperar para algunos. Ahora que Alex Calderón estará ausente por tiempo indefinido, tal vez lo leo con envidia, ya no se tendrá que inventar una estrategia para mantenerse vivo, para encontrar un hueco de tiempo, un espacio entre la comida y la madrugada para escribir. La ultima vez que hablé con él fue para festejar la Champions Ligue del Real Madrid, los escritores tienen gustos mundanos, él tenía al Real Madrid, y a una bellísima selección de Colombia con jogo bonito en la Copa America del 2024. Aún me hace falta un trago de guaro con Alex, aún siento que esta nueva obra, será mi última, para entonces sí comenzar a vivir, y conocer a mi propia familia, y tener mi hija o hijo, y aparecer entre los vivos como si fuera Alex, para morir acompañado de los vivos y de los muertos indóciles, de los muertos que deben seguir escribiendo.

Gracias Alex, te veo luego.

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