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Zorbas, el poder de las promesas

Fotografía: NACIÓN IMAGO

Tiempo de lectura: 4 minutos

Imagina niebla, sí, niebla como una telaraña blanca suspendida en la oscuridad, porque no es de noche, pero ahí está oscuro, apenas unas cuantas luces, no olvides el sonido de los buques, es grave, suena como un aviso de muerte porque hace temblar el cuerpo, es uno de esos sonidos que ponen la piel de gallina. 

Ahora imagina una gaviota, su cuerpo es de tela e hilo, pero parece que volara de verdad, que desciende en el puerto. Imagina el olor a sal, el trastabilleo de pescadores, el ir y venir de paseantes. Moribunda la gaviota que conoce un gato negro y gordo llamado Zorbas y tres promesas que marcarán su  por venir. 

Zorbas, el poder de las promesas es la historia que Ihonatan Ruiz Rivera, director y titiritero del conjunto de teatro de títeres El tlakuache, nos invita a imaginar a través del juego oculto en un lenguaje descubierto veinte años atrás, al presenciar su primer espectáculo de títeres. 

Basado en la novela del escritor chileno Luis Sepúlveda, en el relato Zorbas hace tres promesas a la gaviota moribunda, la más importante es que enseñará a volar a su cría, tarea que emprenderá con la ayuda del sabio felino Barlovento, y que no descansará hasta lograrlo, demostrando así el poder de una promesa.

Imagina el asombro, la confusión y el miedo en el rostro del felino, cómo el cuerpo de Zorbas se curva hacia abajo, y ahí la mano del titiritero que sostiene aquel cuerpo inanimado de pelaje negro desciende junto con él, mientras Zorbas, de bigotes largos y tensos, escudriña la ruptura paulatina del cascarón blanco en el huevo que dejó la gaviota. Nace una pequeña ave, sus alas aún incrédulas de perseguir el cielo, la ausencia del aire en contacto con cada una de aquellas plumas diminutas.

Imagina todo cuanto en el escenario se sucede como un juego. Pero sobre todo imagina, porque quienes observan deben ser de nuevo niños pequeños que sueñan, creen y dialogan con las marionetas a quienes personajes de carne y hueso prestan su cuerpo y corazón para dar vida a ésta historia.

Dedicarse a los títeres, piensa Ihonatan, quizá de forma recurrente, es como dar un salto al vacío, porque es un arte que parece estar siempre a punto de desaparecer, tal vez porque la imaginación es algo que parece estar a punto de abandonarnos de frente a la realidad.

Pero Ihonatan salta al vacío cada día en compañía del resto de los integrantes del conjunto de teatro, tal vez en promesa de mantener para otros ese lugar donde se contiene todo cuanto se pierde en el inevitable abandono de la infancia, la fuerza de la imaginación.

Hay que estar dispuestos a ver, en medio de la oscuridad del escenario, un cielo azul donde las gaviotas vuelan alto, hasta parecer un vaivén de manchitas blancas, para saber a qué huele la sal, comprender que aquello que vemos no son alambres o hilos, sino los bigotes largos y respingados de Zorbas, un gato ágil y de pelaje oscuro como la noche. 

Ihonatan sabe que trabajar para los niños supone la responsabilidad con aquellos que optan por entregarse sin más al terreno de la fantasía, para imaginar con ellos en el juego de los colores de las telas, las luces sobre el escenario, cuando los movimientos de las manos de cada titiritero dotan de vida a seres inanimados. 

La fuerza de una promesa está en la palabra y para Zorbas la suya se convierte también en una transformación inevitable que vivirá  él mismo a lo largo de esta aventura. 

Todos tenemos una promesa que cumplir. Durante el montaje de la obra, Ihonatan recuerda constantemente a su hija, lejos de él en aquel momento, tal vez imagina que ella es una pequeña gaviota, que  ha visto la ruptura de su  cascarón y se asegura de cumplir la promesa más importante, enseñarle a volar. 

El trabajo de un titiritero va más allá del manejo meticuloso y milimétrico de las marionetas. “Empiezas a trabajar con tus brazos, luego con tus manos y al final con tus dedos, pero no podrás llamarte titiritero hasta que trabajes con el corazón”, es la filosofía para los actores del conjunto de teatro El Tlakuache.  

Zorbas, el poder de las promesas, es una producción que comenzó en 2012. Se ha presentado en Monterrey, Zacatecas, Morelia y Guadalajara, cada una con sus debidas variaciones, pues, como afirma el director tapatío, toda obra es un organismo vivo capaz de sufrir mutaciones, aunque se esperan próximas presentaciones de la última versión. 

Así, a través de la fantasía, el conjunto de teatro El Tlakuache invita a imaginar manos que se convierten en telares, dedos como la extensión de los pequeños cuerpos de las marionetas.

Desde el escenario Ihonatan y el conjunto de teatro nos invitan a imaginar. Sí, imagina una gaviota, imagina que de la oscuridad emerge  un cielo azul, un puerto, el olor a sal, el sonido de los buques. Ahora imagina ser un gato negro que ha hecho tres promesas, la más importante es enseñar y, sobre todo, aprender a volar. 

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