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Punk, rock y funk, “Je suis le fantastique” de Laboratorios Moreno en el C3 Rooftop

📸: Salvador Martín Moreno

Tiempo de lectura: 6 minutos

Je suis le fantastique:

Tal vez era un trueno el estrobo que busqué 

      Tal vez mi mejor sueño era verte amanecer

Son más de las nueve de la noche. Laboratorios Moreno lleva no más de cinco minutos sobre el escenario. Hay humo y está algo oscuro, puedo ver que C camina alrededor tratando de capturar el momento con un pequeño lente. Cómo decirle que al final de todo esto, será de nuevo lo mismo, como la resaca después de despertar, una de esas veces en las que la sensación prevalece pero no podemos recordar el sueño, ese sueño atrapado en una pequeña y recién formateada memoria SD. 

Pensamiento: Las marcas en mi piel siguen al rojo vivo bajo la iluminación violácea que envuelve el escenario. Parece que me arañó un gato. Fui el gato que marcó mi propia carne con sus uñas en un acto de rabia. 

📸: Salvador Martín Moreno

Punk, rock y funk. Sonidos psicodélicos marcan la atmósfera del lugar. Huele a mariguana. Un mesero me pregunta si yo pedí un jugo y con la cámara del teléfono en mano le respondo que no. Acto seguido un movimiento en falso, y otro y otro no captado sobre el escenario. 

Pensamiento: La herida arde.

         El hilo que guiaba lo escondieron bien

             A veces siento que nos volveremos a ver 

Ahí afuera quedó un mundo apenas ambientado por los dejos de música que descienden como notas perdidas del C3 Rooftop. 

Una hora antes estuvo en el escenario la banda invitada a la apertura del concierto, San Tirado. Entonces yo tenía aún un sabor extraño en mi boca, restos dulces de un agua de piña, y nos recordé a C y a mí bebiendo de nuestros vasos de unicel en una Michoacana, y la oscuridad que descendía… Todo era tan real, todo era demasiado real ahí fuera… No tengo prisa por salir de aquí. 

Yo veía cómo entraban y salían del backstage los miembros de Laboratorios Moreno a punto de presentar “Je suis le fantastique” como su nuevo álbum. Nunca los había visto en persona, apenas había escuchado algo suyo así que honestamente no sabía si eran ellos o cualquier otra persona, si también se acercarían a preguntarme si había pedido un jugo o para exhalar el humo de un porro en mi cara. 

De repente el volumen de gritos e instrumentos desciende hasta desvanecerse en el leve siseo de una Fender Stratocaster en manos del vocalista Diego Orozco, quien toca cada cuerda hasta que se desprenden sonidos que me recuerdan a los ritmos del jazz o el blues. Ahora sí, tiene toda mi atención, y cuando me doy cuenta ya estoy sonriendo, ¡por dios!, no había sonreído en todo el maldito día, y ahora muevo mi cuerpo tímidamente a punto de copiar el movimiento de todos los otros. 

Y el cuerpo de Diego busca el piso. Baja baja baja, baja como a quien se le han caído las notas al suelo. Y probablemente sí, entre los restos de cerveza quedan desperdigados los acordes característicos de aquella Fender Stratocaster Double humbucker, con un clásico pedal whami en combinación de un phaser, tan solo restos de los ganadores de Mejor canción de rock alternativo con “Bajo mundo” y Mejor productor con “Je suis le fantastique en los Premios Minerva 2024. Nombre, pura vida, dice C. 

La la la la la 

La la la la la la 

Pensamiento: Sí, la pura vida. Son casi las diez de la noche. Ahí fuera hay un mundo lejos de la música, ahí fuera la realidad es una rabia que me corroe el cuerpo, que me lleva a encajar mis propias uñas en mi piel en un intento por silenciarlo todo. Creo que de alguna manera todos acá, en este reducido espacio escapamos de eso, ni quién pueda decir que no, de una cotidianeidad estúpida, por lo demás absurda, y por eso venimos aquí y agitamos nuestra cabeza al ritmo acelerado de la música sin pensar en el inminente dolor de cuello del día siguiente. 

La la la 

La la la la 

Escucho esos ligeros acordes que vienen desde el escenario y veo a Diego jugando con las cuerdas de la guitarra como una extensión de su cuerpo. Esta loco, estos vatos estan completamente locos, eso me encanta, y apenas estoy por decirselo a C cuando lo veo delirando al frente del escenario por una Stratocaster Double humbucker. 

📸: Salvador Martín Moreno

Una chica de cabello rubio exhala el humo de la maría y la inhalo sin reparos ante el poco aire disponible entre la multitud. Ni hablar, al menos en estos lugares se fuma gratis.

Los cuerpos se agitan de arriba a abajo y de adelante hacia atrás, chocan entre ellos como polillas estrellándose contra la luz, agitando la cabeza como los clásicos rockeros que creí extintos, o como el bajista de frondosa cabellera sobre el escenario. Hay luces que parpadean, un par de reflectores de luz demasiado blanca, como para cegarme, y yo no entiendo porque en todo escenario esa clase de luces parecieran perseguirme. 

Piden de vuelta lo que se les perdió 

     Solo quieren de vuelta lo que se les perdió

  Solo exigen de vuelta lo que se les perdió

Pensamiento: La gente se convierte en delirantes foquitos que titilan. 

Pensamiento: Se está bien aquí. Es como si el rumor de las calles  se disolviera en el sonido del bajo, pasado y futuro se cohesionan en el rock…  Que lindo pensar que todos acá somos brújulas desorientadas. 

              Y se habló del soldado qué partió

Adiós… 

Pensamiento: Las luces no dejan de seguirme.

A un lado mío un chico acaricia los pies y las pantorrillas de una chica de cabello castaño. 

Tal vez era un trueno el estrobo que busqué 

       Tal vez mi mejor sueño era verte amanecer

Un sismo que despierte a quien vaya a venir 

De un minuto a otro la tarima del escenario deja de existir, y no hay nada que nos separe de los músicos, están demasiado cerca, escuchan y responden a los gritos que lanzan desde la barra y creo que podrían oler la cerveza o el sudor de los cuerpos, o los pies de la chica. 

Todo se vuelve extrañamente confuso, todo una visión alterada por el humo incesante de los humidificadores. Veo en tonos azulados y rojizos conforme cambian de canción, es como estar en un transe multitudinario que quisiéramos alargar por lo menos toda la noche, sí, antes de despertar y envidiar a C, que ha capturado el sueño con tan solo una lente.  

Pero nada dura demasiado, es lo que traté de decirle a C, es lo que trato de decirme a mí misma. Después de todo esto, al escuchar el último acorde, saldremos a la calle, y nos despediremos del guardia de seguridad de la entrada, y daremos vuelta a la izquierda, y después otra vez pero a la derecha y mis uñas se irán posicionando en mi antebrazo, junto a las marcas ya existentes y en un acto de ira, de sobrecarga de realidad …

Pensamiento: Somos todos brújulas desorientadas.

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