Los camarógrafos en el auditorio Telmex salimos del corral, bajando del altillo que nos permitía tomar fotos a la distancia. El sol se despedía y el calor marcaba el cese de nuestra creatividad. El cielo se pintó con colores vibrantes. Atareados, los periodistas luchábamos por capturar aquella imagen idílica; ojos, poses, luz blanca, luz natural; no supe qué naturaleza jugó en contra hasta arruinar las fotografías con una luz deslumbrante que cegó hasta el último asistente con su intenso resplandor.
Lentes negros, lentes grandes, lentes que nublan la mirada. Los rostros permanecían absortos en la alfombra roja de la gala de inauguración de la 38 edición del Festival Internacional de Cine de Guadalajara.
El andar, el desliz de las suelas de los zapatos, altos, bajos, claros u oscuros, sobre la aterciopelada superficie, marcaba la espera de los cuerpos, sudorosos, agotados, detenidos en el tiempo, maquillando su movimiento con una pose quizá bastante tiempo ensayada; ¿Posar, qué es posar?
A ese instante perfecto en que los cuerpos desfilaban para detenerse después como un montón estatuas, le enmarcaba en el fondo un telón rojo con logos de marcas como Chivas y Tequila Herradura. Dentro del auditorio se esperaba la entrega del Premio Mayahuel a la trayectoria artística. Ahí, donde minutos después seríamos nosotros quienes se detendrían para enfocar el lente en la imagen de la actriz de teatro, cine y televisión, Arcelia Ramírez, quien, con la voz entrecortada, gritaría a todos los niveles de gobierno: “el cine, el arte, es el arma más eficaz para luchar contra la violencia y la barbarie”.
Con la cámara en mano consideré la pose de mi propio cuerpo suspendido. Ojos, boca, luz, dudar, porque es mejor dudar si se trata de uno mismo. Los objetos también se suspenden, pensé, posan.
Cientos de historias estaban a punto de ser proyectadas en la pantalla grande a lo largo de siete días de Festival, como un instrumento de denuncia y transformación social, “un arma” que según Roberto Perpignan que debe ser compartida, porque el cine es un arte que debe ser disfrutado por cualquiera.
El auditorio estaba lleno. Entramos junto a una banderola que guiaba a los fotógrafos hasta el frente, justo bajo el escenario. La duda y la risa se entremezclaron con susurros a lo largo de la sala. La luz incandescente de unos minutos antes había desaparecido. Comenzó la caída de la noche y con la oscuridad inició la proyección de la nueva película «Asteroide City», último filme del reconocido director Wes Anderson, un festín visual y narrativo que me transportó a un mundo singular y cautivador.
Observé y escuché en silencio la historia del proceso creativo de un director de teatro que busca escribir sobre un pueblo que presencia el primer extraterrestre vivo en la historia de la humanidad. Anderson, conocido por un estilo distintivo en sus encuadres y el detalle, presenta en el filme un relato que convive entre la ficción, la realidad, y la narración de la realidad.
Llegó también el instante del silencio, ese momento en que el que hubo que dar fin a la noche, y donde las cámaras se apagaron, se retiraron los lentes y las imágenes permanecieron albergadas en una diminuta memoria SD. Los cientos de ojos expectantes y ansiosos devorarán cada historia que será narrada en la FICG 2023.