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Tengo sueños eléctricos, un retrato agridulce de la relación padre e hija

Tiempo de lectura: 4 minutos

‘Tengo sueños eléctricos’ es el largo de la directora costarricense Valentina Maurel, que desafía las convenciones familiares y emocionales en un viaje de autodescubrimiento y madurez. Ganadora a su vez en el Festival de Cine de Guadalajara edición 38 en la categoría: Largometraje Iberoamericano de Ficción.

¿Qué hora es? 

Mis pasos golpean fuertemente el piso de mármol a través de los pasillos en las salas de Cinemex Sania en Guadalajara. La mirada se mueve con rapidez descifrando cada uno de los números gigantescos que brillan en las paredes de ese enorme pasillo. 

Salas 7 a 10 

Leo en uno de los carteles que está colgado en el techo, a un lado de esos números hay una flecha que indica hacia la derecha. 

¿El pasillo tiene algún final?

Abro lentamente una puerta marcada con el numero 10, y la luz del pasillo se cuela en esa negra inmensidad.  Como cualquier persona que llega tarde, lo último que quiero en ese momento es ser vista. Me siento en el primer lugar que veo. Saco mis cálculos y llego a la conclusión de que, por lo menos, la película lleva ya avanzada la mitad. En escena, Eva (Daniela Marín) está encerrada en un baño poco iluminado y de azulejos blancos con su padre, Martín (Reinaldo Amien), ambos discuten por un motivo que evidentemente desconozco. En el fondo un grifo oxidado y  con gotera. Eva está pegada a la pared, como si quisiera desaparecer. Martín, cerca del lavabo, mojándose la cara en el chorro de agua. De inmediato, la puerta  se abre y entra el mejor amigo de Martín, la razón por la que están encerradas ahora 3 personas en ese cubículo tan personal como lo es un baño. La música de la casa retumba y se cuela por los recovecos de la puerta. Los gritos de los invitados no paran, lo que crea una escena asfixiante. 

Relación entre padre e hija. 

La relación entre Eva y Martín es el foco principal de la película «Tengo sueños eléctricos», un filme que, aunque es ficcional, tiene raíces autobiográficas.

» A pesar de que yo tengo la impresión de que estoy haciendo ficción, hay cositas de mí que surgen en cada película. Pero también en cada personaje. No, la historia de Eva y la mía no son exactamente iguales, pero sí se que me gusta mucho mezclar ficción con realidad’, Aclara la directora Valentina Maurel.

En medio de la incertidumbre que envuelve la vida de Eva, el reciente divorcio de sus padres lleva a la madre a mudarse, mientras que el gato de la familia parece resistirse a formar parte de este nuevo capítulo, lo que lleva a la madre a exigir regalarlo. Creando así en Eva una conexión para buscar alianzas con su padre, trazando un viaje a lo largo del filme en búsqueda de una convivencia más estrecha. Por otro lado, el padre de Eva experimenta su propio desasosiego en la vida mostrando interés tanto en Eva como en el gato, ya que ansía encontrar un espacio para los tres.

»Al padre se le había representado mucho, pero desde la perspectiva padre/hijo y no tanto padre e hija, o no desde este ángulo que me interesaba, que era la transmisión de la violencia, creo que a veces se asocia a lo masculino, y bueno, yo creo que la relación al padre, aunque no nos guste, es muy importante. La mirada paterna tiene una incidencia en cómo nos vemos como mujer y aunque no nos guste y quisiéramos cambiarlo así es desgraciadamente, también quería hablar de eso.»

La relación entre padre e hija es una de las más difíciles tanto a nivel social como personal. Tendemos a otorgar gran importancia a la relación madre e hijo, relegando la presencia del padre a un segundo plano.

A lo largo del filme, la relación entre Eva y Martin, es violenta, pues se autolesionan (ligeras bofetadas, jalones de pelo y miradas hostigadoras). Es crucial hablar de esta violencia sin rodeos ni tabúes. Solo al identificarla y entenderla en su totalidad, podemos comenzar a trabajar en su prevención y transformación.

Como menciona Valentina Maurel en su conversación sobre la película «Tengo sueños eléctricos», es vital que el cine refleje la complejidad de la vida real, sin idealizaciones ni estilizaciones excesivas. Esta misma complejidad se aplica a las relaciones entre padre e hija, que merecen ser exploradas y comprendidas en su totalidad.

«El cine que mira a la vida, que no se aleja de ella, que no está hecha sólo de ideas o de situaciones muy espectaculares, muy idealizadas, sacralizadas. Pero tampoco, que se yo, estilizadas. Me gusta el caos de la realidad».

Puedes encontrarla en la plataforma de MUBI.

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