Los ecos de la literatura con Cristina Rivera Garza en Fil2022
Tiempo de lectura: 3 minutosLa escritora dialogó con estudiantes sobre su trabajo literario este martes 29 de noviembre, dentro de las actividades de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara 2022, donde compartió parte del proceso creativo detrás de algunas de sus novelas.
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La escritora dialogó con estudiantes sobre su trabajo literario este martes 29 de noviembre, dentro de las actividades de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara 2022, donde compartió parte del proceso creativo detrás de algunas de sus novelas.
Desde la salida de periférico hacia el bosque del centinela, las calles aledañas a la Escuela Politécnica Jorge Matute Remus están hechas pedazos. Rodeada de un estacionamiento de tierra, la fachada con torniquetes de seguridad impide que entre alguien que no sea estudiante. Ahí, Ecos de la FIL invitó a la escritora Cristina Rivera Garza.
Cristina se levanta del cómodo sofá y comienza a interrogar a los estudiantes: ¿Qué leyeron?
Cómo se gesta una idea, cuál es el proceso de investigación, cómo se calza una silla para trabajar de manera ardua y profunda la escritura, cuál es el momento que la encaminó a escribir, por ejemplo, sobre la mujer que inspiró al personaje de Matilda Burgos en su novela No me verás llorar.
No vamos a poder ser críticos si no utilizamos la imaginación, recuerda Cristina a los jóvenes, incitándolos a su vez a hacer de la charla una conversación amena en la que pudieran involucrarse en el proceso de creación de la escritura. Muchachos, este lado del salón va ganando, dice Cristina, despertando el festejo de algunos estudiantes.
Alrededor de un libro siempre se funda una comunidad, y ese es el mejor indicador de que un libro está funcionando bien, opina la autora, en referencia a la importancia de las comunidades de diálogo que posibiliten el intercambio entre lectores y escritores.
Los estudiantes le preguntan a la autora sobre la posibilidad de haber sentido miedo al hacer de su escritura un medio de denuncia de las problemáticas políticas y sociales que atañen a la sociedad mexicana, en manos de lo que ellos perciben como un mal gobierno.
Siempre, escribir es ponerse un poco en un estado de vulnerabilidad, explica Rivera Garza, colocando como ejemplo Nadie me verá llorar o Dolerse, dos textos que representan una mirada juiciosa de la realidad convulsa en el país, tarea que, comenta, es una responsabilidad del escritor.
La sesión avanza, los estudiantes cada vez más atentos, retoman fragmentos que, desde las páginas escritas por la autora, interpelaron a los estudiantes. El dolor no destroza, sino que también produce realidad, cita uno de ellos, ante lo cual Cristina reflexiona en torno al dolor como un acto de resistencia colectivo e individual, un acto de expresión crítica y no una experiencia pasiva y paralizante.
El salón está atiborrado, entran, salen, cuchichean pero Cristina, con más de 30 años como profesora en aulas norteamericanas, lleva a cabo la sesión con soltura. No importan los ventarrones de polvo, el cansancio del vuelo, el prestigioso momento de la gala del día anterior. La escritora comparte con los jóvenes algunos consejos para aquellos que tengan la curiosidad de emprender o continuar con un proyecto de escritura, desde el hábito de la lectura como un medio de nutrir su propia obra, hasta la conformación de una comunidad de lectores y escritores en torno suyo.
El evento, parte de las las actividades de Ecos FIL transcurrió como un diálogo en el que autora y estudiantes tienen la oportunidad de expresar su propia relación con cada uno de los textos escritos por Cristina Rivera Garza, con la intensión de involucrar a más jóvenes en el ejercicio y el deleite de la literatura.
Al salir, la polvareda, bajo un sol calcino ajeno al otoño de Guadalajara, desanda el camino de la escritora que se preparaba para atender la invitación a la glorieta de la normal y caminar hasta la antimonumenta, donde presentaría su más reciente novela, El invencible verano de Liliana. La visita multifacética de Cristina Rivera Garza figura entre la gala, la polvareda y la denuncia a la violencia contra las mujeres, todo en unas pocas horas que giran alrededor de una feria del libro a veces solemne otras veces, como ahora, sin limites.