Homenaje alrededor de El amante polaco, una novela de Elena Poniatowska

Tiempo de lectura: 3 minutos Los aplausos resuenan en el auditorio, suprimen las voces dispersas, los susurros se desvanecen en el aire, y con ello las palabras de asombro, de alegría, en aviso ante la aparición de la escritora mexicana Elena Poniatowska.

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Tiempo de lectura: 3 minutos

La escritora Elena Poniatowska conversó este domingo 27 de noviembre acerca de la novela El amante polaco, en un homenaje a la presente obra, como parte de las actividades de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara 2022.

Los aplausos resuenan en el auditorio, suprimen las voces dispersas, los susurros se desvanecen en el aire, y con ello las palabras de asombro, de alegría, en aviso ante la aparición de la escritora mexicana Elena Poniatowska.

La autora toma asiento, saluda a la audiencia y Rosa Montero le propone hablar acerca del carácter autobiográfico que nutre su obra. Ante un auditorio a reventar en el salón Juan Rulfo de la Expo Guadalajara, la presentación adquiere un ambiente íntimo alrededor de las memorias de Elena Poniatowska.

El amante polaco es una novela donde, de la mano de Stanislaw, los lectores conocen la historia de personajes como Catalina la grande y los Poniatowski, familiares de Elena, quien contó cómo dicha escritura surge a partir de lecturas, historias familiares y vivencias.

La agenda de la FIL indicaba una charla homenaje en torno a los dos volúmenes de la novela, sin embargo resulta ser la excusa perfecta para romper con la seriedad habitual de las conferencias, desprenderse del lenguaje académico y entablar lo que podría considerarse una charla de café (pero sin café, imagino que diría Poniatowska, incitando de nuevo las risas en el público).

Desde el piso, lugar estratégico ante la aglomeración en el espacio, observo retazos de Jeans de mezclilla, sandalias, mochilas recargadas contra la pared, y a través del vericueto que se abre entre los cuerpos hacinados, observo que Elena luce el cabello corto, ensortijado. Sonríe, al hablar agita sus manos como si meciera el viento.

Ríe. Elena ríe y los asistentes ríen con ella. Con ese humor característico de la autora, sagaz, inteligente, fresco, comparte algunas de las memorias de su juventud, cuando despertaban los primeros atisbos de reveldía.

En los recuerdos que acechan el relato, Poniatowska recordó los años de confinamiento en un convento, la aspiración de estudiar en la UNAM, las interminables sesiones de piano o la dureza del piso debajo de sus rodillas mientras entonaba oraciones a expiación de los pecados aún no cometidos.

Y sigo escribiendo, porque no tengo otro camino, expresa Elena, a la vez que revela que actualmente trabaja en un nuevo proyecto de escritura, sin embargo, pide paciencia pues recuerda que ella es también periodista y conserva un profundo interés por la lucha política.

El tiempo transcurre. Los asistentes permanecen en la sala, atentos, partícipes de la charla que se desarrolla al frente del salón, con una de las escritoras cuya obra es el retrato de la historia política del país en manos de voces singulares y una mirada sagaz, juiciosa y una pluma fina y detallada.

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